La sensación del hambre, se explica por varios autores como
consecuencia de una serie de procesos bioquímicos a nivel
cerebral. En este sentido, la reacción de intolerancia a
ciertos alimentos podría ser la causa de una disminución
de ciertos neurotransmisores, especialmente la serotonina.
Este descenso genera la sensación de hambre, malestar, astenia,
etc, de manera que el paciente intenta combatirla mediante la ingesta
de carbohidratos. Éstos, producen una rápida liberación
de insulina y un posterior aumento de triptófano y serotonina.
La consecuencia es una sensación de bienestar temporal, hasta
que la propia insulina segregada, produce una disminución
de la glucemia plasmática, que a su vez produce nueva sensación
de hambre y la necesidad de volver a ingerir aquellos alimentos
adversos que iniciaron todo este cuadro.
Estos pacientes presentan serios problemas de sobrepeso, acompañado
de otros síntomas inespecíficos (malestar, astenia,
cefaleas, etc), todo ello producido por la intolerancia alimentaria.
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